ELOGIO DEL VERSO
“Y daría igual que fuéramos eternos”
Parece falaz o incluso infantil pretender
que un verso( como este del poema “Una vida mejor” de Guadalupe Grande) o
varios influyan de tal manera en la vida de una persona que esta llegue a cambiar
sus esquemas de vida por una frase; pero como todo en el universo humano puede
ser factible, desde lo más excelso hasta lo más execrable; un verso puede
también convertirse en la llave que guíe nuestra vida hacia otros derroteros.
La Poesía , ese arte minoritario y pobre: pobre
porque no se mueve en los márgenes crematísticos en los cuales bailan otras
artes, minoritario (que no elitista aunque lo parezca) porque muchos poetas no
llegan a la gran masa, a no ser que a algún cantante de moda se fije en ellos y
ponga música a sus poemas; desvestida
hace ya mucho tiempo de los corsés que la constreñían en su forma y por tanto
muchas veces en su fondo (léase rima y métrica) se ha convertido en el triunfo
de la palabra.
Sabemos que artesanos de ella hay muchos,
basta con utilizar un vocabulario variado, contar sílabas, acentuar, dotar de
ritmo y ser correcto gramaticalmente; en definitiva, saber escribir bien,
incluso utilizar algunas técnicas que enseñan en los talleres de escritura para
poder escribir un poema. Todos podemos
hacerlo… pero…genios de la palabra ¡hay tan pocos!
Aquellos que además de maestría saben llegar
a lo más hondo del ser humano, ” tocar la fibra” de las emociones, hacer
llorar, sentir, amar, soñar… dejar al lector o al que escucha recitar un poema,
sumido en sus propias cavilaciones acertando de lleno en la diana de nuestro
ser, ése, ése es el Poeta con mayúsculas.
Cuando Miguel Hernández escribe: “Y yo que
creí que la luz era mía…”
Nos
está hablando de la fragilidad del ser humano que se ha creído en algún momento
de su vida omnipotente. Miguel está encarcelado y al borde de su final,
reflexiona sobre su vida llena de luz y de sombras. Esa fragilidad del ocaso
nos llega y hace que pensemos sobre nuestra propia debilidad. Somos mortales,
pasajeros…
Octavio Paz en su poema Ladera Este dice:
“La
casa está habitada por una mujer rubia / la mujer está habitada por el viento”
qué soledad no nos trasmite, qué bruma no nos envuelve… La levedad del tiempo,
el silencio…
“Y soy una mujer. Apenas algo / carne
desnuda, sola , desarmada” . Muchas mujeres se sentirán identificadas con este
poema de Ángela Figuera Aymerich, qué sentimiento femenino tan universal y qué
poeta tan desconocida.
El laureado Pablo Neruda en su poemario “Veinte
poemas de amor y una canción desesperada”. En el primer verso de su poema
número veinte , el más conocido de todo el libro se lamenta:
“Puedo escribir los versos más tristes esta
noche…” ¡Y quién no se ha sumido en la tristeza una noche junto a la ventana
contemplando el oscurecido cielo!…¿,Cómo puede un poeta unir palabras tan
sencillas y crear un universo tan grande?
Ahí reside la grandeza de un poema, en ese
verso que nos ancla a su lectura, o que resuena en nuestros oídos una y otra
vez porque el poeta, ese ser que puede ser incluso un desalmado, ha sabido
expresar lo que llevamos dentro y no nos atrevemos a decir, el mundo interno
del ser humano dibujado por veinticuatro caracteres.( si el poema está escrito
en castellano)
Cada lector, cada amante de la poesía,
tendrá sus propios versos, los que recuerda de un poema que leyó, que escuchó
en un recital, que le susurraron en el oído. Al principio se ha hablado de los
músicos que cogen la letra de un poema y
lo hace universalmente conocido; muchos, primero han escuchado esas canciones y
luego se han dado cuenta que eran versos de Machado, Hernández, Benedetti…
Eso me recuerda a una actuación en un
teatro; en el escenario un hombre declamando un texto que parecía un monólogo y
resultó ser un poema de Luis Alberto de Cuenca titulado “La Malcasada” del que solo recuerdo estos versos: “Me dices
que Juan Luis no te comprende…./ ¿Qué quieres que haga yo? ¿Que mate a alguien?/
¿Que dé un golpe de estado libertario?”. A partir de ahí, a veces cuando algo me
resulta imposible yo misma me digo “¿Qué quieres que haga yo? / ¿Que de un
golpe de estado libertario?”
Buscando mi propio verso, aquel que como
una tormenta arrasó mi yo interno cuando lo leí primera vez porque el mundo que me ofrecía ya me era
conocido encontré : “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. No necesita más; el
resto del poema de Cesare Pavese, no me es indiferente pero a pesar de leerlo
muchas veces solo este verso martillea mi interior.
Existen tantos y tantos versos que nos
envuelven, nos transportan, nos reconocen… “Se me va de los dedos la caricia
sin causa“ de Alfonsina Storni,
“El
Poeta…es semejante al príncipe de las nubes…/ sus alas de gigante le impiden
caminar”, del poema El Albatros de Charles Baudelaire. La atormentada Silvia Plath en su poema Espejo
escribe: “Su rostro con la noche sustituye las mañanas/ Me ahogó niña y vieja”.
El gran Francisco de Quevedo termina uno de sus sonetos más famosos con una
frase desoladora: “Y no hallé donde poner los ojos/ que no fuese recuerdo de la
muerte”. Antonio Colinas relaja el espíritu diciendo: “En la noche de los
páramos negros estoy solo y profundamente en paz”. Y Walt Whitman, el poeta
optimista, vital, enaltecedor de la naturaleza y la alegría del ser humano, nos
aconseja en el último verso de su poema “No te detengas”: “No permitas que la
vida te pase a ti sin que la vivas”.
Emplazo a los que lean estas líneas que
busquen el suyo entre las miles de poesías que han leído a lo largo de su vida
, y si no han leído nunca poesía, que lo intenten, a lo mejor descubren un
placer oculto el encontrar en las palabras de otros, aquello que nosotros
mismos no sabemos, queremos o somos incapaces de definir.
Y cómo no terminar este texto de la misma
manera que lo empecé, con otro verso , esta vez de nuevo del poeta
norteamericano Walt Whitman:
“¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! nuestro temeroso viaje está hecho"
Carmen GG
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